miércoles, 17 de septiembre de 2008

FILIPENSES 1:3-26

La introducción

Después de dirigirse a los hermanos, y desearlas las bendiciones de Dios, Pablo les dice, abiertamente, que son de bendición en su vida. Todo recuerdo de ellos es motivo de gratitud al Señor, cada vez que ruega a Dios por ellos lo hace con gozo. Han sido unos compañeros fieles desde su conversión, han participado tanto como les ha sido posible en el Evangelio desde el primer día. Pablo los tiene en el corazón, ya que nunca lo han dejado; han estado con él en las buenas y en las malas, a diferencia de muchos otros. Han sido compañeros suyos cuando ha sido encarcelado y cuando ha habido que defender el evangelio de los enemigos, así como en la confirmación del Evangelio.
Ahora que Pablo está encarcelado en Roma, a pesar de tener la compañía de los hermanos en aquella ciudad, añora de una manera muy especial a los filipenses; y de una manera todavía más viva después de recibir la ayuda que le hicieron llegar por medio de Epafrodito, después de un viaje de unos 1.300 kilómetros, con todas las dificultades que eso implicaba en aquel tiempo.
La oración de Pablo por ellos no es para que se mantengan, sino para que avancen en la abundancia, en la excelencia, en la plenitud, teniendo presente la perspectiva del día de Cristo.
Correspondiendo al interés que han mostrado por él, Pablo les quiere informar sobre su situación. Las cosas que le han sucedido "han redundado más en progreso del evangelio". En primer lugar, el hecho de estar bajo custodia le ha permitido hacer conocer que estaba encarcelado por su fe, y poder hablar sobradamente del Evangelio. En segundo lugar, los hermanos, al ver su actuación, se han atrevido mucho más a proclamar sin miedo el Evangelio. Es cierto que algunos lo hacían pensando que le añadirán aflicción, pero, por encima de todo, se consuela pensando en qué de todas maneras Cristo es predicado.
Con todo, no deja de preocuparle la actuación de aquéllos que predican a Cristo por rivalidad. No es porque tema por su vida, sino por no no ser avergonzado como sirviente de Jesu-Cristo, y para conseguirlo confía en la intercesión de los hermanos y en la "suministración del Espíritu de Jesu-Crist".
Sabe que el resultado de su proceso en Roma puede ser la muerte, eso preocupaba los hermanos, y también él lo ha estado considerando. Pero a él no le asusta la muerte. Él ha dedicado su vida al servicio del Señor, y la muerte únicamente comportaría una ganancia, ya que es el cumplimiento de su anhelo de marcharse con al Señor. Él querría marcharse con el Señor, su presencia no es imprescindible; pero, como sirviente de Cristo, lo que quiere hacer es Su voluntad por encima de todo. Ha considerado todo estos hechos en la presencia del Señor, y ha llegado a la conclusión que todavía no morirá, que no ha acabado la tarea que el Señor le ha encomendado, y que, incluso, irá a Filipo.

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